Pacific Drive es una de esas experiencias que, cuanto más tiempo le dedicás, más te atrapa. No es un juego fácil ni inmediato: te empuja a entender sus mecánicas con ensayo y error, a familiarizarte con un mundo hostil y cambiante, y a encontrar una extraña paz en medio del caos. Desde el primer momento en la Olympic Exclusion Zone, el juego deja claro que no estás en control de nada. Las anomalías, las tormentas, el desgaste inevitable de tu auto… todo conspira en tu contra. Pero justo ahí, en esa lucha constante, está la magia del juego.
La relación con el auto es, sin dudas, lo que más me marcó. Al principio es únicamente un auto viejo y destartalado, un medio para moverte de un punto a otro. Pero después de algunas expediciones donde casi todo termina mal, donde cada parte que se cae es una amenaza y cada choque por mas minimo que sea se siente como un paso más hacia el desastre, el auto deja de ser solo eso y se convierte en algo más. Un compañero. Un refugio. Un personaje en sí mismo. Me encontré hablándole en voz alta, pidiéndole que no me deje tirado, agradeciéndole cuando lográbamos escapar de una situación imposible o puteandolo de arriba a abajo cuando se paraba en el peor momento. Y cuando después de un viaje caótico volvía al taller y lo veía destruido, me ponía a repararlo con la misma dedicación con la que uno cuida a un amigo.
La exploración y el peligro constante refuerzan esa sensación de inmersión. El mapa no es un mundo abierto tradicional, pero cada junction tiene algo que la hace particular, y la familiaridad con ciertos lugares llega a ser reconfortante en un juego que no te deja relajarte nunca.

Sí, algunas expediciones pueden volverse frustrantes, especialmente al principio, cuando cada salida parece más una lucha desesperada por sobrevivir que un intento real de progresar. Pero con el tiempo, cuando empezás a mejorar el auto, a entender mejor cómo moverte en la zona y a recolectar recursos con más eficiencia, todo se vuelve más fluido. Esa sensación de evolución es gratificante, porque no consiste únicamente en desbloquear mejoras: el juego te obliga a aprender, a pensar estratégicamente y a tomar decisiones sobre qué llevar, qué reparar y cuándo arriesgarte.
Obviamente Pacific Drive no es un juego para todos. Es lento, meticuloso y no tiene la inmediatez de otros survival. Hay momentos en los que te vas a frustrar, en los que vas a sentir que el juego te castiga. Pero si sos de los que disfrutan la supervivencia desafiante, el terror atmosférico y la conducción con un peso real en la jugabilidad, este es un viaje que definitivamente te va a interesar.
Me explayé un poco más de lo que buscaba, pero la verdad es que me encantó el juego. Pocos títulos logran hacer que me involucre tanto con un vehículo al punto de sentirlo como un personaje más. Pacific Drive tiene sus problemas, pero la experiencia que ofrece es única. Si alguna vez quisiste vivir una historia de supervivencia donde tu mejor amigo es un station wagon destartalado, no busques más.
Eso sí: preparate para hablarle a tu auto. Va a pasar. Y cuando pase, vas a entender todo esto.